Es la Hegemonía, estúpido

Es la Hegemonía, estúpido

 

Por Silvina Morelli

Lo que se llama ´opinión pública´ está estrechamente vinculado 

con la hegemonía política (…) Cuando el Estado quiere iniciar
una acción poco popular, crea la opinión pública adecuada
”.
Antonio Gramsci

Si todo proceso de producción de sentido es social, todos los fenómenos sociales son procesos de producción de sentido. En las sociedades, las relaciones tienen lugar en una dimensión significante en la que circulan ideas. Estas representaciones son constitutivas de lo social y en este marco, los discursos y las ideas a ellos asociadas, no se pueden explicar por fuera de las situaciones que protagonizan sujetos sociales con ciertas identidades de clase.

Las promesas de “unir a los argentinos” o de terminar con “la grieta” son primas hermanas de la “revolución de la alegría” y llevan grabadas a fuego, la imposibilidad de lo místico. Parecieran estar ligadas a una suerte de pensamiento religioso o de autoayuda que no necesita la racionalidad de la evidencia. Sólo los agnósticos, los ateos o los opositores podríamos dudar de la ilusión del pensamiento único que  Cambiemos intenta instalar como posibilidad. Pero no nos engañemos, ya el marxismo dudaba de las prácticas religiosas como herramientas portadoras de una felicidad ilusoria de los pueblos. No existe el fin de la grieta, no es posible unir a los argentinos y la revolución de la alegría es un lindo título para un libro de cuentos infantil.

Dijimos que las ideologías atraviesan “la vida toda” a nivel de cadenas discursivas. Si penetramos en un campo ideológico y escogemos una idea la veremos inmersa en una cadena de asociaciones connotativas que se enfrentan y se identifican unas con otras. Si yo digo “unión de los argentinos” por ejemplo, quienes creen que es posible que todos estemos unidos y pensemos igual, le asignarán un sentido, en tanto aquellos que creemos que las disidencias son fortalecedoras de la democracia, le daremos otro.

Estamos hablando ni más ni menos que de hegemonía y en este marco, si la lucha por las ideas es una lucha social, es análoga a la lucha que los diferentes sectores o grupos protagonicen por ser hegemónicos. Habrá entonces superficies discursivas afines, con matices o contradictorias, en donde las más afines o las más contradictorias, manifestarán las tensiones más evidentes. En síntesis, luchamos por dominar un campo discursivo y porque nuestras ideas sean las ideas dominantes.

El capitalismo tiene su propio repertorio de ideas. Velando sus intenciones de supremacía del más fuerte, milita la muerte de las ideologías para impedir que lo cuestionen -y aquellos que lo hacen son perseguidos y reprimidos-. Tal vez muchos dirán que estoy equivocada, argumentando autodeterminación. Pero lo cierto es que nuevos fascismos de derecha avanzan y lo hacen con eslóganes funcionales al ideario de los más fuertes, al ideario de unas minorías que nos quieren convencer de que es posible la unión y la alegría solo si dejamos de lado nuestra propia lucha y entregamos nuestra dignidad.

*Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA), especialista en Políticas y Planificación – Consultora de Comunicación Política e Institucional – Escritora – Adjunta a cargo de la materia “Elementos del Desarrollo Local” en la carrera Política, Gestión y Comunicación de la Universidad Nacional de Avellaneda – Capacitadora

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