La marcha del odio
Nota de opinión de la Profesora, Daniela Bambill, referente del Peronismo de la Tercera sección electoral y Presidenta del Instituto Independencia.
Las antinomias no son una novedad en la historia argentina, tal vez, como en un péndulo, recrudecen y se esconden según el tiempo que atraviesan…
No debería preocupar que los sectores históricamente opuestos se manifiesten, estamos en Democracia y una de las características que marcan los períodos democráticos es la libertad de opinión y expresión de esas opiniones.
Sin embargo, la marcha del 1 de abril preocupa. No es una cuestión cuantitativa, si seguimos la teoría de “la grieta”, el sector que se movilizó el sábado es ínfimo en comparación con las seis marchas que poblaron marzo de reclamos contra el brutal accionar de un gobierno que ha venido para destruir y hacer desaparecer definitivamente las conquistas sociales de la gran mayoría de los argentinos. Pero la marcha del 1 de abril preocupa….
Preocupan las expresiones cargadas de odio de clase, preocupa el discurso enlatado y sin fundamentos, preocupa la denostación de la Política, preocupa la violencia verbal de ciudadanos envenenados atávicamente por el odio visceral contra otros ciudadanos.
Violencia, eso es lo que preocupa. La marcha del 1 de abril fue contra un gobierno que dejó de existir el 10 de diciembre de 2015, fue una marcha opositora al pasado. No fue una marcha de apoyo al actual gobierno. Fue una marcha para vomitar el veneno inoculado durante demasiado tiempo a través de la peor arma que utilizan las corporaciones en contra de los Estados Nacionales: los medios.
La violencia verbal de esos ciudadanos legitima el accionar violento de funcionarios como Kravetz que 24 horas antes irrumpió en un operativo policial sin antecedentes en tiempos democráticos en un comedor infantil con el objetivo de sembrar miedo y desarticular la organización popular solidaria que florece como antídoto en las barriadas más pobres contra la brutalidad imperante.
Violencia verbal que legitima las amenazas contra la dirigencia opositora emanadas desde el propio Jefe de Estado hacia abajo como chistes y ocurrencias macabras.
Violencia que legitima la muerte de un militante atropellados por un alcohólico al frente de un camión en una marcha en Santa Fe.
Violencia que legitima el encarcelamiento de una periodista barrial por filmar un intento de “secuestro oficial”.
Violencia que legitima el cautiverio de Milagro Sala sin delito concreto que pueda imputársele.
Violencia que legitima un gobierno corrupto, un grupo de empresarios que ganaron las elecciones a fuerza de engaños y apoyo mediático y ocuparon el Estado para beneficio de sus negocios.
Violencia que preocupa.
Cambiemos abrió la caja de Pandora, las ideas que se esconden salieron a la luz como las cucarachas salen en la oscuridad, legitimadas por la violencia oficial. Una relación dialéctica que genera el caldo de cultivo para avanzar en la dirección trazada arrasando con cualquier vestigio de institucionalidad y constitucionalidad que garantice el Estado de Derecho.
La marcha del 1 de abril no preocupa por el número, escuálido por cierto, sino por la contundencia del odio manifestado y el uso inmediato del “relato inescrupuloso oficial”.
Tiempos signados por la violencia no auguran futuro próspero. Es menester la organización popular sin mezquindades dirigenciales que la entorpezcan. Es imperiosa la responsabilidad concreta de quienes ostentan los cargos de dirigentes opositores más allá de los micrófonos.
La “grieta” existe desde tiempos inmemoriales, el avance del lado oscuro siempre fue posible gracias al egoísmo de quienes no quisieron o no supieron conducir al Pueblo depositario de las consecuencias de la brutalidad del puñado de “históricos dueños de la historia”, valga la redundancia. La “grieta” existe y divide el odio de la conquista de derechos populares, la grieta existe y divide la paz del enfrentamiento civil, la grieta existe, es tiempo de evitar que el Pueblo caiga en ella y sea puente que permita el avance de las minorías babeantes de veneno.
Macri abrió la caja de Pandora y no tiene la capacidad intelectual de encontrar salidas airosas para el escenario que ha montado.
Ahora mueve la oposición en el tablero tambaleante de fichas oxidadas, la altura política que demandan las circunstancias históricas serán clave para que la sangre no llegue al río.