El Fiel Amigo
Con ojos de centinela su paciencia aguardó
en largos crepúsculos el incierto regreso
del amo venerado a quien respeto prodigó
y su lamido ansioso regaló como beso.
Himno dulce al amigo le ladraba juguetón,
siempre jovial y alegre saltándole en derredor.
Su aliento era un suspiro tan plagado de emoción
y su cola una campana vibrando con amor.
Premiaban las palmadas que el dueño le brindaba
esa lealtad sin tacha que los hombres no poseen,
y era consuelo esa voz que despacio llamaba
adivinando el gesto que ojos niños sólo leen.
En ladridos entregó su saludo más cordial
a su amo que temprano se marchaba a trabajar.
Pasaban con desgano en su corazón de animal
las horas que alejaban aquel hombre de su hogar.
A veces fastidiaba con nimias travesuras
a las gentes hastiadas de aburrido trajinar
y era a veces compañero en muchas aventuras
cuando pibes inquietos lo llevaban a jugar.
Sólo el niño valora en la bolsa de su afecto
a su cómplice más fiel que calla sus diabluras
y es el niño quien le da el cariño más directo,
mezcla de amor y celos, inocencia y ternura.
Tan mísero aquel hombre que al perro no comprende
y le niega caricias que pide cada día.
Toda vacía su alma en negra angustia la vende
bebiendo amargo llanto en oscura pulpería.
Feliz quien hoy tuviera su ladrido musical
que con cariño recibe a quien lo viene a buscar
y feliz quien pudiera con franqueza sin igual
recibir al hermano cuando viene a saludar.
Alberto Cirkov