No te Quiero

No te Quiero

No te quiero, me dijo. Me di vuelta sin decir nada y empecé a caminar porque, según había leído en algún lado, el movimiento ayuda a regular las emociones.

No te quiero, me dijo. Sentí el corazón estallándome en mil pedazos. No es una metáfora. Fue físico. Se escuchó dentro de mí como una copa de cristal rompiéndose. Luego un temblor. Después, los fragmentos deslizándose por todo mi cuerpo hasta los pies.

Qué difícil es caminar con los pies llenos de vidrios rotos. La gente se voltea a verme por el quilombo que estoy haciendo. Se escucha crick, crack, crick.

No te quiero, me dijo. En ese momento me despersonalicé. ¿A qué me refiero con esto? A que me salí de mi cuerpo. Me miré en tercera persona. Pude ver esa expresión pelotuda que ponemos los humanos cuando no entendemos lo que está pasando. Luego vi cómo puse mis manos en mi pecho. Mis ojos cerrándose fuerte. Mi boca torcerse. Me vi. Y la imagen me pareció patética. Luego la vi a ella delante de mí. Ella es hermosa. La chica más hermosa que vi en mi vida.

Ahora pienso en que podría haberle dicho tantas cosas, pero le dije simplemente “okey”. Y Luego comencé a caminar. ¿Y si le hubiera dicho otra cosa? ¿Y si me metía el orgullo en el orto y me arrodillaba a sus pies a pedirle una chance más? Pero me acuerdo de mi viejo que en paz descanse. Él decía “no se dan chances para amar. O se ama o no, corta”. Me persigno, beso mis dedos y apunto al cielo.

Caminar ayuda a regular las emociones. Y caminé. Caminé tanto. Tanto. Tanto. Demasiado.

Y fue tanto lo que caminé, que me encontré perdido.

Le hablé a la primera persona que vi.

—¿Dónde estoy? —le pregunté.

—Mais… vous êtes en France! Vous ne le saviez pas?

Entendí la palabra France y me sorprendí completamente. ¿Tanto caminé?

Miré al tipo, que me observaba confundido. Me acordé, entonces, de eso que me había hecho caminar:

No te quiero, me dijo.

—No te quiero, me dijo.

—Ahh… l’amour. C’est souvent cruel, hein?

—¿Alguna vez te enamoraste? —le pregunté.

Oui. Une fois —me respondió, y de golpe se puso muy serio.

Nos quedamos en silencio un largo momento. Bajé la vista y vi mis zapatillas arruinadas de tanto andar. Lo miré de nuevo, y noté que mi nuevo amigo francés ahora parecía más reflexivo que yo.

—Hay dos cosas que son difíciles de olvidar.

Lesquelles?

—Un amor no correspondido.

Et la deuxième? —preguntó intrigado.

—Segundo Francia —le respondí.

@cuentistaborder

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