EL PARAGUAS

EL PARAGUAS

Al compañero molesto de lluviosas jornadas
necesito esta tarde para contarle mis penas.
Quien fue oidor silencioso de mis quejas airadas
quisiera escuche mi voz que busca su compañía.

Es la lluvia rencorosa quien desea separarme
de las tertulias largas que matizan mis desvelos.
Helados cachetazos buscan mi rostro para herir
con lenguas interminables de agua, viento y de furor.

Quiere ser mi abogado al verme tan indefenso
acosado por la furia que vomita natura.
Es mi escudo contra el cielo que descarga su rabia
y es refugio bendito frente a las noches hostiles.

Cuántas veces a su sombra en mis pasos meditaba
o impaciente y cansado tantas veces blasfemaba!
Extrañará todavía el calor de mi mano
que le invitaba impaciente por la calle a caminar?

Nunca tuvo la dicha de ver el sol por las tardes
ni contemplar deslumbrado la luz de las estrellas.
Quiero contarle al oído cómo brilla la luna
cuando sale a transitar por los campos de la altura.

Soy tan sólo el amigo que busca por conveniencia
a quien puede un gran favor en un momento brindarle;
pero olvido sus gauchadas cuando solo estoy mejor
y en algún rincón lo dejo llorando su tristeza.

Oscuro y solitario, con resignada paciencia,
noche a noche solo aguarda mis pasos en su busca.
En su amarga soledad de criado sin premio alguno
va contando las semanas de negro cautiverio.

Lágrimas de congoja deja caer al colgarlo
mientras su rostro afligido al frío suelo suplica.
He pensado alguna vez qué drama su vida encierra?
En mi alma qué pasaría si fuera yo paraguas?

Alberto Cirkov