Centro de jubilados
Llegaste justo – me dijo el viejo Pascual –
Hoy le cambiamos el nombre a este centro.
El viejo Pascual era el presidente y Don Francisco el tesorero.
-Que bien – dije – al menos tienen un nuevo lugar para reunirse –
Del otro local los habían desalojado.
Y como anda todo por acá – pregunté.
Mira el balance – me dijo – y trajo un cuaderno medio arrugado donde podía leerse:
Bienes materiales: Una mesa y dos sillas, una pava usada, un mate y una bombilla.
Dinero: Cero
Stock de medicamentos: Un geniol, una pastilla de carbón, dos buscapina.
Solo por decir algo pregunté – solo dos sillas? … ¿y para jugar al truco o al mus como hacen..?
Por ahí hay un cajón de manzanas – contestó Don Francisco – y el miserable de Giuseppe, viene con una silla y se la lleva…
Y si te descuidas se afana hasta los porotos – agregó el viejo Pascual.
Debe estar juntando para un guiso – Rieron.
Mientras conversábamos, en el patiecito del fondo, dos pibes que pintan hermosos murales callejeros,
estaban haciéndoles, de onda, el cartel con el nuevo nombre del centro.
El acto estaba planeado para las 5 de la tarde. Habían invitado al delegado de PAMI y al Intendente.
Olvidate, esos no vienen – dijo el viejo Donatelli mientras entraba.
A pesar de lo precario y austero del lugar noté que había un clima de energía positiva,
viejos muy pobres pero felices de reunirse y reírse de las vicisitudes económicas por las que atravesaban.
Al rato llegó Carmencita, primera socia del centro, con una radio, mientras la enchufaba comentó:
– Me encanta el nuevo nombre que eligieron muchachos.
Ah…es una sorpresa – Me dijeron cuando pregunté cuál era ese nombre.
Nunca imaginé que ese nombre iba a trascender en el tiempo y se convertiría en la síntesis más clara
de lo que viven los jubilados en todo el país.
“Solo le pido a Dios“ – Sonaba a full mientras iban llegando los socios del centro.
Pedro, Gino, Rosa, Bolli, López, Mary, Teresa, Coty, Obdulio…- iban presentándose respetuosamente.
Viejos bailarines de Rock se prendieron enseguida con la música que Carmencita sintonizaba en la radio Rock and Pop.
– Despacio che, a ver si se infartan – bromeó el viejo Pascual.
Aquellos viejos tenían un humor especial, personas a las que se les notaba haber vivido alegremente
y no habían perdido ese espíritu.
¡¡¡Falta poco!!! – avisaron los pibes que hacían el cartel.
Faltando una hora para la inauguración del centro y la imposición del nuevo nombre,
procedieron a colgarlo en el frente, tapado con una tela que impedía verlo.
– ¿Cómo van a llamar al centro..? – me preguntaba – montones de nombres pasaban por mi mente,
pero nunca imaginé que el elegido me demostraría el ingenio y la sutileza de aquellos jubilados
para denunciar con humor y dignidad una vergüenza nacional.
Han pasado varios años de aquel acto inaugural y no puedo dejar de admirar a aquellos viejos capaces
de idear un nombre que no pierde vigencia a pesar del tiempo y los gobiernos.
Al descubrir el cartel, mientras sonaba música de Rock y todos aplaudían, podía leerse:
Centro de Jubilados
“Los abuelos de la nada”
Fin
Juan Carlos Villalba – Escobar – Bs As – 21/4/2024