La Mujer Amada

Es la primavera que viste de flores el paisaje
y el pasto tierno que alimenta al ganado,
es el fresco sabor de una sandía madura
y el arco iris que satura de color la monotonía.
Representa el valor más excelso y codiciado
en la vida fecunda de quien ama,
razón suficiente que da fuerzas al cansado
y materia prima para multitud de ilusiones.
Es la nieve derretida en las montañas
por el calor cauteloso del astro mayor,
que echa a correr esquivando las piedras
comunicando música y frescura a su paso.
Es el poema nuevo susurrado al oído,
la tierra fértil que aguarda semilla en el vientre,
es la estrella lejana, inalcanzable,
pero también el gorrión acariciado en la mano.
Quién tuviera palabras tan precisas
para expresar este cosmos de íntimos torbellinos!
Quién pudiera decir con el lenguaje apropiado
lo que encierran celosos mis oscuros laberintos!
Es la chimenea que da calor en invierno
y vertiente donde saciar el amor perenne,
es ofrecer pañuelo para mitigar el llanto
o explotar en carcajadas por el gusto de reír.
Es la mano sufrida que trabaja en el surco
buscando tesoros que antes fueron sembrados,
y es la rosa delicada que adorna el jardín
o el aliento contenido en la mirada.
Es el trinar matutino de los pájaros
que anuncian a los vientos sus ganas de vivir,
o la lenta y ceremoniosa puesta de sol
cobijando tras el horizonte su luz y su calor.
Ella es el fuego que consume mi ansiedad,
el crisol donde se funde mi existencia,
es la tierra sedienta que clama por lluvia
y es tan sólo eso: la mujer amada.
Amar es renunciar a la propia independencia
y tener el corazón esposado al sentimiento,
es cubrir con mis alas su lecho de enferma
y perder media vida junto a su tumba.
Alberto Cirkov