El Artista
Tuve el privilegio de saborear una aurora
en la cumbre de un cerro cordobés,
y vi germinar un día a nueve mil metros de altura.
Pude observar el coletazo estático
de un cometa tantas veces renombrado,
y descubrí para mi asombro un arco iris circular
tras una lente enfocada hacia Saturno.
Te doy gracias, Señor, porque en todo
puedo descubrir tu espléndida mano
sembrando belleza y armonía!
Son pinceladas magistrales de un artista
que impregnó con talento el lienzo universal.
Fui espectador en el vibrante concierto
que ofrecen en su caída las aguas del Iguazú,
y escuché coros de grillos en noches estivales.
El silbido arisco del viento entre los pinos
estremeció mis fibras con acordes penetrantes,
aún el repertorio de las ranas cuando llueve
manifiestan la exuberancia de tu acto creador.
Cómo no darte gracias, Señor, porque hiciste
un mundo de sonidos tan variados,
pero también de silencios tan profundos!
Son los arpegios inimitables de un compositor
que llenó de cadencia el cósmico pentagrama.
Pude acariciar con ternura los cabellos
de la mujer que aspiró a ser mi compañera,
y castigó mi frente el frío viento de la Patagonia.
Sentí la lengua tibia de un perro
que demostró su lealtad en un gesto tan sencillo,
y palpé la suavidad aterciopelada
de un pétalo de rosa temblando entre mis dedos.
Te alabo, Señor, porque pude comprobar
la maestría de un alfarero
modelando arcilla para crear variadas formas!
Son las manos perfectas de un carpintero
que dio formas y medidas a la rústica madera.
He leído libros que colmaron mi aljibe
con el agua fresca de profunda sabiduría,
y sentí la nevada pellizcando mis mejillas.
Escuché recitales que elevaron mi espíritu
a las cumbres donde sólo llegan los sensibles,
y sufrí al sentir mis manos congeladas
por una lluvia fría que no perdonó en invierno.
Elevo mis manos, Señor, porque eres digno
de recibir la apoteosis de tus hijos,
de escuchar los himnos que entona tu creación!
Y te ensalzo por la inspiración que me diste
al escribir estos versos para tu gloria.
Alberto Cirkov